LA PLÁSTICA SOCIAL. PROMESA Y REALIDAD



LA PLÁSTICA SOCIAL. PROMESA Y REALIDAD[1]



Héctor Rosales[2]

La Plástica social es una propuesta artística atrevida y sugerente. Su creador e impulsor es Francisco Hernández Zamora, quien nació en la Ciudad de México en 1958. Se trata de un artista multidisciplinario, investigador y humanista autodidacta. Realizó una investigación vivencial y estético-comunitaria en el desierto de El Vizcaíno (1989-1991 y 1997-2001) con base en la cual creó el programa Geoglifos de Baja California (GBC1995), Geoglifo de la Unidad (1997), Geoglifo de la Ballena Kuyimá (2000-2001) y el programa EEPC-I (2002- 2006), incluido el Seminario Transdisciplinario de Percepción, Estética y Sabiduría Infantil (PESI, 2004). 

 Hernández Zamora es un practicante del antiguo arte de enseñarse a sí mismo. El viaje que emprende al desierto le permite vivir en carne propia el camino del héroe, tan bien teorizado por Joseph Campbell. Al lado y junto con los pescadores, una vez superadas una serie de pruebas comienza sus proyectos artísticos integrando siempre una profunda visión y pasión por el ser humano, con la sencillez y la elaboración de un pensamiento propio que se alimenta de las grandes corrientes artísticas y pedagógicas de occidente pero también con la intuición necesaria para redescubrir en las antiguas civilizaciones y especialmente la maya, la tolteca y la mexica, elementos simbólicos tan importantes y significativos como para inspirar nuevas formas de comprender las crisis civilizatorias que caracterizan nuestra época y encontrar y proponer caminos alternativos.

En un texto reciente titulado: Desde abajito. Plástica social y ejes de rearticulación transcivilizatoria, nos ofrece una serie de “conceptos-semilla” cuya función sería atravesar transversalmente las culturas para propiciar intercambios culturales que vayan más allá de lo aparente. Uno de esos conceptos es la nosótrica, que retorna y potencia los estudios de Carlos Lenkersdorf sobre los tojolabales. Con él, Hernández Zamora contrapone a uno de los núcleos duros del pensamiento occidental que es el yo, que es el individuo, que es el ego, la manera en que los tojolabales se viven en comunidad.

Otro aporte fundamental de este artista y su colectivo llamado ConVocArte consiste en la recategorización de lo que la comunidad es. El mejor ejemplo es el trabajo que hicieron en San Antonio Tecómitl (Lienzo Texcaltitla y Códice Tecómitl), una de las zonas de transición entre lo rural y lo urbano de la Ciudad de México a través del modelo EEPC-I (Ejercicios estéticos de partición comunitario-infantil), es decir, estrategias estético pedagógicas comunitarias con protagonismo infantil.

La base del planteamiento de la plástica social se origina en una búsqueda personal pero finalmente se vuelve un cuestionamiento general sobre el papel que ha tenido el arte en la historia de la humanidad en su conjunto. Francisco Hernández Zamora sigue la línea de investigación sobre el arte de autores tan notables como Herbert Read o Joseph Beuys. Desde el papel inicial del arte como detonador o catalizador de la imaginación y de la conciencia de futuro que adquiere la especie humana, hasta en lo que terminó convirtiéndose en cada momento.

Un giro decisivo ocurre con la Modernidad. El arte, de acuerdo con Walter Benjamin, pierde su aura cuando se llega a la fase de la reproducción mecánica y en serie. El arte se inserta en la lógica de la producción y el consumo capitalistas de diversas formas, en particular como producto, como diseño y como espectáculo. Por otro lado, la complejidad social permite la constitución del arte como un campo autónomo, el arte logra hacerse un espacio para sí mismo. Logra ser reconocido como una instancia privilegiada (los artistas son seres excepcionales, de acuerdo con las ideas románticas), es decir, el arte logra todo un reconocimiento social.

Pero para ello tiene que pagar un gran tributo. Para ser manejable tiene que convertirse en espectáculo, manejarse y moverse de esta manera. Esto va en detrimento de reconocer el enfoque convivencia1 del arte. Más que para convertirse en una mercancía que podemos mover para todos lados, en última instancia la parte más importante del arte es que la comunidad se esté retroalimentando constantemente y que esto de pie a lo espectacular, pero anteponiendo las necesidades e intereses de las comunidades.

Lo que se necesita ahora es jerarquizar la importancia y las significaciones de las cosas. Que la Modernidad haya puesto el acento en algo, no implica que sea lo que verdaderamente importe más, porque importa para ciertos sectores y para otros no. Entonces, por un lado este sentido del arte para la vida, básicamente conlleva, en términos pedagógicos, que se enseñe el arte como un mecanismo útil para articular el sentido ético de la existencia en relación con el prójimo, con el entorno y hasta con el Cosmos.

El enfoque convivencial hace evidentes las deficiencias y negligencias del Estado. En México, durante todo el siglo XX no fuimos capaces de delinear qué ejes serían aquellos con los cuales el Estado se compromete a dar seguimiento, continuidad, financiamiento y operatividad programática para que la nación se desarrolle alrededor de la cultura y del arte. No hay ese compromiso.

Hoy lo que se concluye es que la idea de que el arte debe estar enfocado hacia la vida en sentido convivencial también se traduce en que el arte debe estar ligado a la idea de la sustentabilidad. Este enfoque acerca la plástica social a las investigaciones multidisciplinarias que se están realizando en todo el país y que se conoce como diálogo de saberes. Lo que ahora se busca es ampliar ese diálogo al incluir este enfoque especial del arte, incluir las experiencias ciudadanas (urbanas) para darle otra dimensión a la propia sustentabilidad y a la propia construcción de algo distinto.

El trabajo en la cultura y el arte, según Hernández Zamora, debe desarrollarse en estrecho vínculo con las comunidades porque son ellas las que tienen la matriz onírica. Esto significa que el potencial creativo es comunitario, es local y es diverso.

El horizonte de acción de la plástica social es la condición humana en un sentido amplio –polidimensional-. No se trata de inventar nada nuevo. De lo que se trata es de reconocer esos potenciales de la condición humana que, simplemente, o han sido sesgados o marginados. Su potencial se expresa en el hecho mismo que, pese a todo, aún existen y se conservan, permanecen y se renuevan las culturas subalternas[3]. Lo que no tiene fundamentos no puede resistir tanta agresión. ¿Cómo es que las cosas verdaderamente son, en el momento en que las quieres filtrar, desde el punto de vista del sentido de la vida, si realmente son, por más que aparentemente queden destruidas, cuando tienen oportunidad vuelven a florecer? Entonces, de lo que se trata es de aprovechar ese potencial.

Si el diálogo de saberes ha puesto una plataforma de discusión muy amplia (son más de treinta años de los equipos multidisciplinarios interactuando con los saberes tradicionales[4] de las comunidades indígenas-campesinas), junto con los saberes comunitarios (que tienen quinientos años o más); si ya se tiene esa base para potenciar con luces nuevas el arte y la cultura con el asunto de la sustentabilidad, su experiencia les deriva a asuntos que también han sido pensados desde la cultura y el arte.

Esto señala también la bondad del acercamiento y la posibilidad de ampliar el diálogo de saberes hasta que se transforme en un racimo abierto de iniciativas culturales donde tengan cabida todos los aspectos del mundo de la vida en un sentido ampliado del arte. Este enfoque ampliado del arte es un saber más a incorporarse. Cuando muchos artistas se han preguntado en distintos escenarios, ya sea institucionales o en medio del desierto ¿para qué sirve el arte?, aquí se abre un campo muy amplio de procesos de significación, donde los investigadores (es decir hombres y mujeres diciendo el mundo y diciéndose a sí mismos) puede hacer “cosecha de grillos[5]”, concepto que Hernández Zamora utiliza para explorar, con niñas y niños, la matriz onírica de las comunidades y reaprender a ver –y co-crear– los entornos urbanos y rurales de las comunidades.



[1] La trenza: de Tepito Arte Acá a Gabriel Orozco pasando por la plástica social. Claves de interpretación de la creación artística en el México posmoderno. Héctor Rosales. En: La identidad nacional mexicana en una era postnacional. Estudios de caso sobre expresiones artísticas y con textos socioculturales. Proyecto PAPIIT 1N304007, CRIM, UNAM, Mex. 2010

[2] Sociólogo, doctor en estudios latinoamericanos, adscrito al Programa Instituciones, Política y Diversidad Cultural del Centro Regional de Investigaciones Multidisciplinarias (CRIM), UNAM, desde 1985.
[3] Gramsci reconoce en "las culturas subalternas", características progresistas que pueden servir como punto de partida para una pedagogía a la vez política y cultural que encamine a los estratos populares hacia "una forma superior de cultura y de concepción del mundo". El proyecto de Gamsci no prevé la mera conservación de las subculturas folkloricas, sino su transformación cualitativa ("reforma intelectual y moral") en una gran cultura nacional-popular de contenido crítico-sistemático, que llegue a adquirir "la solidez de las creencias populares."
            Finalmente, la cultura se halla inserta en un determinado "bloque histórico" que tiene por armazón la tópica "estructura­-superestructura" (PORTELLI, 1985).
            Pero el bloque histórico no supone una relación mecánica ni causal, sino una relación orgánica que lo convierte casi en aspecto puramente analítico de una misma realidad, de modo que puede distinguirse solo "didascálicamente", esto es, por razones simplemente pedagógicas y metodológicas. En efecto, en un determinado bloque histórico -que no supone la totalidad, como hemos visto- "las fuerzas materiales son el contenido y las ideologías la forma" (PORTELLI, 1985).

[4] Conocimientos Tradicionales (CT).- son el conjunto de saberes (conocimientos y prácticas) de carácter colectivo, generados y ejercidos por un determinado Pueblo originario (o varios de ellos) relativos al uso social de recursos genéticos, sus derivados o de los recursos biológicos que los contienen. Estos saberes con considerados por el Pueblo que los posee, como un bien común y como una heredad y una herencia.

[5] Las ideas e imágenes de niñas y niños son como los grillos en un alfalfar... Nuestro concepto operativo de Cosecha de grillos (Hdez., 2003) como dinámica intergrupal de creatividad lúdica con protagonismo infantil, donde el facilitador juega un papel preponderantemente de observador participativo, permite ampliar la ZDP (zona de desarrollo próximo, Vigotski) a la interacción y retroalimentación del grupo mismo de los niños y, por lo tanto, posibilita la manifestación de la sabiduría infantil latente en el grupo. Esto pone en evidencia que EEPC-I no es una metodología pedagógico-infantil, aunque funcione como tal, sino que es una herramienta de construcción sicosocial comunitaria desde la plataforma de la sabiduría infantil y el CAA. Ver: Programa EEPC-I